O.T. Una operación sin escrúpulos


Las televisiones privadas, no son más que una máquina engrasada para generar ingresos. Detrás están, las audiencias por un lado y los accionistas por otro, mientras el ciudadano, el publico que consume televisión, importa tan poquito, que en el caso concreto de Tele 5 (otras cadenas TDT, ni siquiera merecen más atención que la del water) se trabaja entre gritos, montajes y una basura que ponen de manifiesto protagonistas, presentadores y colaboradores. Todo vale, y si el consumidor de televisión disfruta con la oferta, es lo que hay, en la pluralidad toca respetar los gustos ajenos, la libertad manda, por lo que las reclamaciones quedan para el maestro armero.

Pero los intereses y la audiencia no tienen nada que ver con la utilización de los ciudadanos. No puede ser justo ni tolerable que se juegue y pisen las ilusiones de un grupo de jóvenes que tras acudir a la llamada de un programa que ofrecía la posibilidad de una formación académica, como contrapartida de su utilización en un programa de televisión, las expectativas se vean rotas en plazos y forma, repentinamente, por no satisfacer el listón deseable que marcan las audiencias.

En sus últimas ediciones, Operación Triunfo, ha utilizado la grosería y el repugnante comportamiento de un jurado tan inútil como irrespetuoso, tanto a la hora de seleccionar candidatos, como en los juicios realizados posteriormente, sin otro criterio y ética profesional que la de un guión elaborado sin escrúpulos para ganar audiencia, en menoscabando el respeto de los participantes. No puede valer todo, estando detrás personas.

Estamos ante un tema menor en los tiempos que corren, sin lugar a dudas, pero el paleto opina que ahora que se exige colocar la basura en diferentes contenedores por eso del reciclado, procede no pasar por alto comportamientos tan ruines como el dispensado a esos jóvenes cantantes.

Resultaría curioso que los afectados, en esa última gala anunciada, en lugar de cantar y participar en ese circo escénico que les proponen, proclamaran su desconcierto, con un grito colectivo, reclamando respeto. Callar y hacer el juego, supondría que en el fondo y la forma, no tienen más que lo que merecen.

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